Cascadas de España (IX) · Cáceres | Planeta Aventura

Cascadas de España. Cáceres (IX)

La fuerza del agua entre sierras, robles y granito extremeño

Cascada del Caozo: verticalidad entre castaños

Ubicada en el Valle del Jerte, la cascada del Caozo es uno de los saltos de agua más bellos de Extremadura. Su acceso, a través de una pista forestal desde Valdastillas, permite disfrutar del paisaje otoñal entre bosques de cerezos y castaños. El salto, de unos 30 metros, cae sobre una roca de granito pulido que brilla bajo el sol de otoño. En días de lluvia, su caudal se multiplica y el sonido del agua se convierte en una sinfonía natural.

El entorno está acondicionado con miradores y senderos señalizados, ideales para familias y amantes de la fotografía. Las hojas doradas cubren el suelo mientras el aire huele a tierra húmeda y frutos maduros. Es una parada imprescindible dentro de la Ruta de las Cascadas del Jerte, que enlaza otras joyas naturales como Marta o Calderón.

Meandro Melero: el río que se curva como una joya

El Meandro Melero, en la comarca de Las Hurdes, es uno de los paisajes más emblemáticos de España. Aunque no es una cascada al uso, el mirador de La Antigua revela una curva fluvial donde el Alagón dibuja un perfecto lazo verde entre montañas. En otoño, la vista se llena de tonos cobrizos y reflejos de agua. Los visitantes pueden seguir una pequeña ruta hasta el embarcadero o descender a pie hasta la orilla.

Desde lo alto, se entiende por qué este enclave es símbolo de Extremadura. A primera hora de la mañana, la niebla envuelve el valle y el silencio es total. Es un lugar perfecto para observar aves y disfrutar del contraste entre el agua y los robles centenarios. Aunque no haya un salto vertical, la energía del paisaje fluye con la misma intensidad que una cascada.

El Chorro de la Ventera en Garganta la Olla: el rumor eterno de la Vera

Entre los pueblos más pintorescos de la comarca de La Vera, Garganta la Olla ofrece un entorno de cascadas, pozas y callejuelas empedradas. El Chorro de la Ventera, uno de sus rincones más conocidos, se esconde en un barranco rodeado de helechos y alisos. Su caída de agua cristalina invita al baño en verano y al recogimiento en otoño, cuando el bosque se tiñe de rojo y oro.

La localidad, declarada Conjunto Histórico-Artístico, conserva casas de madera y balcones floridos. Caminar por sus calles es viajar en el tiempo. Desde el mirador del Chorro se aprecia la fuerza del agua que alimenta las gargantas de la zona, símbolo de una tierra que sigue viva y fértil.

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